Son muchos los profesionales de la Psicología que vienen advirtiendo de las consecuencias que tendrá la actual crisis sanitaria del coronavirus sobre la población en general pero, especialmente, sobre aquellos que han sido catalogados como personal esencial, quedando expuestos no sólo a la enfermedad sino al dolor emocional que ha traído consigo, así como a los enfermos y afectados que hayan pasado largos periodos de aislamiento y malestar físico y psicológico o los familiares de fallecidos a quien, además, se les puede complicar el duelo de su ser querido. Por ello, se han habilitado diversos teléfonos de atención psicológica a estos colectivos para intentar mitigar el efecto que todo ello tiene sobre las personas y evitar la aparición de secuelas a largo plazo.
Tras revisar todo lo que se sabe sobre el trauma en la anterior publicación (que puedes consultar aquí), la siguiente pregunta que cabe hacerse es si realmente existe alguna forma de evitar experimentar las secuelas y la sintomatología traumática en la actual situación y cómo llevarlo a la práctica.
La respuesta es sí, aunque conlleva esfuerzo y trabajo personal y, dadas las circunstancias, quizá también social, pues esta pandemia pone de manifiesto la necesidad de volver a un modelo de sociedad donde el apoyo y el cuidado mutuo, la cooperación o la solidaridad sean los valores que estén en la base de nuestro comportamiento comunitario. No olvidemos que los seres humanos somos seres sociales y que necesitamos de los demás a lo largo de nuestra vida en todos los ámbitos, también, para proteger y mantener una adecuada salud mental. Por lo tanto, aprender a desarrollar un nuevo modelo de relación con uno mismo así como con aquellas personas que nos rodean, puede permitir que ante la crisis o la dificultad se pueda salir fortalecido y evitar o, en todo caso, mitigar las secuelas tras un evento traumático.
Resiliencia ante la COVID-19
La resiliencia es la capacidad de los seres humanos a adaptarse a circunstancias que son adversas. Lo característica de esta capacidad es que sólo aparece cuando tienen lugar situaciones estresantes, dolorosas y con potencial traumático. Supone desarrollar una respuesta eficaz a un hecho que pone en riesgo o amenaza a la persona. Para ello, en muchas ocasiones, se ha de desarrollar nuevas habilidades, por lo que, cuando se supera la situación, la persona no sólo recupera su bienestar emocional, psicológico y físico, sino que ha adquirido nuevas capacidades, saliendo fortalecido de aquel suceso que, en principio, le era adverso.
Aunque este término a día de hoy quizá haya podido quedar asociado a la Psicología Positiva, y posiblemente también al padre de esta: Martín Seligman; fue el psiquiatra, neurólogo, y psicoanalista Boris Cyrulnik quien divulgó este concepto que extrajo de los escritos de John Bowlby, otro psicoanalista que sentó las bases de lo que ahora se sabe y estudia sobre el desarrollo infantil y el vínculo del niño con sus cuidadores y aportó a la psicología una importante Teoría sobre el apego a la Psicología y otras ciencias. Este término fue extraído de ciencias como la Física, la Ingeniería y la Química, en las que se usa esta palabra para describir cómo algunos materiales pueden, tras sufrir una modificación (un estrés), volver a su forma original. Por ejemplo, se puede observar esta capacidad en los muelles, que cuando se deja de hacer fuerza para estirarlos, recuperan su forma.
Además, este concepto se va ampliando y ya no sólo se habla de una capacidad sino de «procesos resilientes» puesto que las nuevas investigaciones concluyen que esta capacidad se debe a una interacción entre diferentes factores de tipo cognitivo, bioquímicos, fisiológicos, afectivos y también familiares, biográficos, socioeconómicos, sociales y/o culturales.
Características de una persona o una sociedad resiliente
Apego seguro
Si Bowlby estudió esta capacidad,fue precisamente por su relación con el apego, por lo que, en primer lugar, habrá que hablar de cómo se relacionan el apego y la resiliencia.
La primera vez que se estudió este asunto fue en niños y niñas que habían pasado por situaciones traumáticas o, que hubieran estado privadas de cariño y cuidado, es decir, que no hubieran tenido una figura cuidadora que le hubiera ofrecido amor incondicional y hubiera velado por que sus necesidades emocionales, de atención y fisiológicas estuvieran cubiertas.
Cuando esto ocurre en edades tempranas, el futuro adulto se desarrolla en una situación de vulnerabilidad, pues no ha aprendido a regularse emocionalmente, a relacionarse con las demás personas y consigo mismo de forma sana.
Por lo tanto, tener un apego seguro en la infancia (haber recibido cariño y cuidado, haber tenido cubiertas las necesidades físicas y emocionales) es una de las características que, a priori, te hacen ser una persona resiliente. Sin embargo, esto no es tan fácil, pues todas, o casi todas, las personas cuentan con algún área de su vida en la que no sintieron este apego. La buena noticia es que a lo largo de la vida seguimos pudiendo relacionarnos con otras personas que reparen o reconstruyan aquello que pudo (o puede) no ser lo ideal durante la infancia y la adolescencia.
Las personas que han tenido apegos seguros en la infancia suelen tener:
- Una adecuada seguridad en sí mismas y confían en sus capacidades que les permiten reconocer sus fortalezas y, también, sus límites sin que esto dañe su autoestima.
- Una buena autoestima y mantienen buena relación consigo mismas.
- Son capaces de confiar y forjar relaciones fuertes, sanas y duraderas con otras personas. Se rodean de personas con actitud positiva, amable y respetuosa.
- Son capaces de pedir ayuda y buscan el apoyo social.
- Se sienten bien compartiendo sus sentimientos con los demás.
- Disfrutan de las relaciones íntimas y sexuales.
Si se cuidan estos aspectos, se podrá ser más resiliente.
El estrés, enemigo de la resiliencia
Estudios neurológicos han demostrado que cuando una persona sufre a nivel psicológico, se producen modificaciones en su cerebro, principalmente por el efecto del cortisol (que se produce cuando las personas se estresan) principalmente porque cuando alguien siente estrés, tiende a estar hipervigilante, con la atención focalizada en algo concreto (descuidando lo demás) y esto provoca que se altere el desarrollo de respuestas asertivas y creativas y que, por el contrario, aparezcan mayor uso de estereotipos, prejuicios, pensamientos sesgados y rígidos y dificultades en la relación con los demás o disfunciones sexuales.
Relacionado con este aspecto, las personas resilientes:
- Tienen capacidad para gestionar sus emociones. Dejan de controlar situaciones para controlar cómo responden ellas a nivel emocional a esos eventos y utilizan el sentido del humor para aliviar el dolor.
- Suelen practicar mindfulness, conciencia plena o meditación, pues se suelen sentir atraídas por los beneficios de estas actividades tratando de vivir el momento actual y no anticiparse a los acontecimientos.
- Son flexibles a los cambios y entienden la dificultad como una oportunidad para aprender.
- Se esfuerzan y perseveran para lograr sus objetivos y aprenden de sus errores, siendo compasivas consigo mismas.
- Son creativas y evitan la visión en túnel, por eso pueden dar soluciones novedosas y eficaces a situaciones difíciles.
- Son objetivas, tratan de ver la realidad tal y como es, pero su actitud es optimista.
- Son asertivas e intentan no dejarse llevar por las primeras impresiones o prejuicios y estereotipos.
Todas estas características se pueden desarrollar, pero es importante no obsesionarse con ello, sino hacerlo poco a poco. Es posible que, teniendo en cuenta las actuales circunstancias no sea posible poner en práctica siempre todas ellas. Lo más importante es poder irlo haciendo al ritmo que cada cual tenga, sin ansiedad. Y, si necesitas ayuda, recuerda que saber pedirla es una de las características de quien es resiliente, por lo que contacta con familiares, amigos o profesionales que te apoyen en el proceso.
¿Y cómo aplicamos esto a nivel social?
Conforme la ciudadanía cambia, y cambian consigo sus intereses, cambia la sociedad. Un ejemplo de ello es cómo se legisla y cómo la legislación varia según el país, la cultura y las inquietudes de las personas que la conforman. Si nos comportamos de esta forma en la relación con los demás crearemos una sociedad más respetuosa, más sana, con mejor comunicación, con más capacidad de afrontamiento de las situaciones complicadas. Comprenderemos a nuestros vecinos o llevaremos estos valores a la política, a las empresas, etc. Esta sociedad a su vez, nos dará feedback, controlará nuestro comportamiento, para que sea el socialmente adecuado, enseñará a nuevas generaciones… y es que «lo personal es político» y social. Todo lo que hagamos a nivel privado, tendrá su repercusión en lo público y viceversa, porque, como decía al principio, somos seres sociales.
«Lo personal es político»
Lema del movimiento feminista popularizado por Carol Hanisch (activista feminista estadounidense) en 1969.