¿Qué es el «Gasligth» o «hacer luz de gas»?

bombilla

Hemos escuchado a menudo durante estos días que las agresiones a mujeres se han incrementado como consecuencia del confinamiento y la cuarentena producida por el coronavirus.

Sin embargo, ¿es esto así? ¿Ha aumentado la incidencia de la violencia de género? Antes de contestar esta pregunta, habría que analizar diversos factores que pueden estar en la base de este incremento como pueden ser:

  • más tiempo de convivencia con el agresor, en el que pueden surgir más conflictos y tener lugar más agresiones.
  • mayor probabilidad de inestabilidad emocional del agresor (irascibilidad, enfado, ansiedad…), mayor exigencia sufrida por la mujer (en el rol de cuidadora y en el desarrollo de las tareas domesticas) y, por tanto, mayor probabilidad de agresión.
  • más control de este sobre la víctima, por pasar más tiempo en casa
  • o mayor necesidad mantener la posición de superioridad y de controlar a la víctima, ya que los roles que suelen ejercer las mujeres (fruto de la socialización diferenciada y de mecanismos que funcionan a nivel social como la segregación vertical y horizontal de la mujer en el mundo laboral) pasan a ser de primera necesidad en tiempos de crisis, obligan a las mujeres a salir de casa, y pueden poner en jaque la autoestima y autoconcepto del agresor y su masculinidad, haciéndole sentir inseguro y precipitando las agresiones.
  • dificultad de la mujer para mantener el contacto con sus redes de apoyo (amigos, familia, profesionales..) y aislamiento.
  • y una menor visibilidad de los malos tratos y más dificultades para acudir a centros e asistencia.

 

bombilla encendida

Sin embargo, algo que debemos tener en cuenta es que, si bien ahora podemos estar detectando mayor cantidad de agresiones, porque se denuncien más y porque las agresiones psicológicas y físicas sean más intensas, esto no significa que esa violencia no existiera previamente.

Algo que debe quedar claro es que la agresión física ocurre sólo después de haber destruido la red social y la autoestima de la mujer y es que, cuando miramos estas formas tan graves de violencia, sólo vemos la punta del iceberg. Para ello, el maltratador pone en marcha muchas estrategias, que sin embargo, son menos visibles y, a veces, ni siquiera son consideradas violencia: aislamiento, humillación, celos…

Entre ellas encontramos el Gaslight o Luz de gas

Gaslight o Luz de gas

Este término es utilizado por las profesionales y teóricas feministas para referirnos al (tortuoso) proceso por el que el agresor manipula a la víctima para hacer que crea que está «loca» y siente o ve cosas que no se corresponden con la realidad, por ejemplo, infidelidades, maltratos, abusos, malas formas en la comunicación, faltas de respeto… El agresor niega los sucesos y acusa a la mujer de inventárselo o exagerar.

Es un concepto inspirado en la película dirigida por George Cukor y estrenada de 1944 titulada con el mismo nombre, que a su vez está basada en la obra de teatro de Patrick Hamilton «Gas Light», con Charles BoyerIngrid Bergman y Joseph Cotten como actores principales. En esta película se cuenta la historia de una pareja recien casada. La mujer va percibiendo cosas y cambios en su ático (al que se acaban de mudar) y se siente aterrorizada, y mientras su marido, la presiona y atormenta hasta hacerla creer que se está volviendo loca.

Para acabar este post y ejemplificar el Gaslighting, aquí dejo un relato que escribí a propósito del 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia .

 

Rostro de mujer
Fotografía de Rosa Hidalgo-Barquero Torres tomada a un graffiti en el barrio de Lavapiés (Madrid)

Loca

Lilith abrió los ojos de golpe. Su cuerpo temblaba, aunque no se podía mover. Las sábanas a su alrededor eran un mar de sudor. Temerosa miró hacia ambos lados, tratando de adivinar si la amenaza seguía allí.

«LOCA», le decía la voz que se había instalado en su interior.

Se armó de valor y se incorporó, poniendo sus pequeños pies sobre el suelo frío. Temía descubrir que aquello no era sólo una pesadilla. Las baldosas de aquel lugar, al que quizá algún día podría llamar hogar, le recordaban que estaba a salvo, pero también lejos de él.

Salió de la habitación en dirección al baño. Laura, se cruzó en su camino.

—Lilith, ¿estás bien?

—Si, he tenido otra pesadilla —dijo intentando sacar una sonrisa.

—Vaya, lo siento. ¿Necesitas hablar?

—No, voy al baño.

Temía que contar lo que había soñado intensificase el temblor de su cuerpo, por lo que echó a andar no dando posibilidad a Laura para preguntar nada más. Cuando aparecía aquella marea, corría el riesgo de hundirse de nuevo.

Cerró la puerta del baño y se mojó la cara.

«LOCA», «ESTÁS LOCA», «ERES UNA LOCA»

Su voz resonaba una y otra vez en cada parte de su ser.

 

Se miró al espejo, en el reflejo no veía a nadie. Las imágenes empezaron y aquel baño se convirtió en su pantalla de cine.

—¡Que me mires!— gritaba —¿me vas a decir adónde vas? ¿Para quién te arreglas?

—Voy a trabajar, voy a llegar tarde— decía ella con voz inaudible.

—Ves, eso tampoco lo entiendo, no necesitas trabajar, yo puedo cuidar de los dos, pasas muchísimas horas fuera de casa y encima llegas cansada, siempre estás cansada, y yo quiero que estés feliz —le decía él con tono seductor buscando coger su cintura —si tú no eres feliz, yo tampoco. Cariño, yo te quiero un montón.

Él tenía la capacidad de pasar de cero a cien en segundos. De cambiar de cara en un pestañeo.

Notaba su cuerpo bailar de miedo conforme sus manos lo tocaban y él iba pegando su tronco a ella.

—Venga anda, dame un beso y quítate el maquillaje y esa ropa, que van a pensar que eres una puta.

Había llegado el momento, Lilith no podía pararlo, pero sabía que ya estaba allí. El cogió el mentón de Lilith con la mano derecha y se lo fue acercando a su boca. 

—No.

—¿Se puede saber qué te pasa?¿por qué tiemblas? ¿Es que me tienes miedo? —sus ojos se encendían y no había agua suficiente para apagar ese fuego —¡Venga, dime qué te pasa, no te quedes callada!

—Voy a llegar tarde al trabajo, venga, deja que me arregle y me vaya.

—Ya sabía yo…

Él comenzó a quitarle la ropa, a la vez que trataba de besarla. Se desabrochó el pantalón y, sin que ella estuviera preparada, rompió, de nuevo, cada parte de su ser.

Lilith sólo podía llorar, pero sabía que era peor gritar, pedir ayuda o intentar escapar. El dolor y la impotencia la acompañaron a otra habitación, a aquella que construyó en su cabeza en su infancia. Era una habitación azul, llena de juguetes, donde ni los gritos de su madre pidiendo ayuda, ni los gemidos de su padre cuando estaba sobre su pequeño cuerpo, habían podido entrar nunca. Aún acudía los días difíciles allí. Salía cuando él ya se había ido. Así daba comienzo el ritual de tapar moratones.

—¿Por qué lloras, es que no te ha gustado? Cariño, hay veces que me parece que estás loca, algo va mal en ti si no puedes disfrutar. Anda, vístete, que vas a llegar tarde.

Él se fue, dejándola tirada en el suelo medio desnuda. Lilith repetía una y otra vez en voz muy bajita «LOCA», «LOCA», «LOCA»…

 

—Lilith, ¿estás bien? Llevas mucho tiempo ahí dentro —Laura llamaba insistentemente a la puerta, preocupada por lo que estaba pasando en el baño. Oía a Lilith hablar, aunque no podía adivinar qué decía —dime algo, si no voy a entrar ¿vale? Lilith, voy a entrar.

Laura metió la llave que hizo saltar el pestillo. Lilith estaba en el suelo, hecha un ovillo, repitiendo una y otra vez: «LOCA», «ESTOY LOCA», «SOY UNA LOCA»

Cogió las manos de Lilith quien, de pronto, la miró a los ojos asustada.

—Lilith, no estás loca, has sido una mujer valiente que ha aguantado más de lo que puede aguantarse. Estás rota, te has perdido a ti misma, pero no estás loca. Aquí estás a salvo.

Laura pidió permiso con la mirada, Lilith bajó sus ojos y se acurrucó en sus brazos. Por primera vez en su vida, sintió que tenía derecho a estar viva.

** Texto escrito por Rosa Hidalgo-Barquero Torres a propósito del 25 de noviembre de 2020, Día Internaciónal de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

 

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