La demencia es una de las causas de incapacidad y dependencia más comunes y tiene gran impacto físico, psicológico, económico y social en la vida de las personas que la padecen y de aquellos que se encargan de su cuidado, que se agrava por la falta de concienciación y comprensión de la enfermedad. La forma más común de demencia es la demencia de Alzheimer que afecta en España a más de un millón de personas.
Cuando se habla de demencia se refiere a la perdida de capacidades mentales (esto es pensar, recordar, razonar…) que interfiere gravemente en la vida diaria de las personas que la sufren.
En la actualidad la tasa de aparición de nuevos casos de demencia va en aumento y se estima que cada año diez millones más de personas padecen algún tipo de demencia. Esto se debe en gran parte a factores como el aumento de la esperanza de vida por la mejor calidad de vida de las personas y los grandes avances en medicina que han provocado el envejecimiento de nuestras sociedades. No obstante, la vejez o las enfermedades degenerativas (Alzheimer) no son las únicas causas de la aparición de demencias, estas pueden deberse también a accidentes cerebrovasculares (por ejemplo el ictus o la embolia cerebral), al consumo de alcohol y drogas, pueden estar provocadas por fuertes golpes en la cabeza (traumatismo craneoencefálico) o pueden estar asociadas a otras enfermedades como el VIH y el SIDA o el Parkinson.
Así, podemos hablar de factores de riesgo entre los que se encuentra la edad. Otros son el aislamiento social, los hábitos de vida nocivos como el sedentarismo, la falta de estimulación cognitiva, dietas no equilibradas, el consumo de tabaco y alcohol o algunas enfermedades: obesidad, la hipertensión, la depresión y la diabetes…
No existen, en la actualidad, tratamientos para la mayoría de las demencias (aunque existen diversos ensayos clínicos que pretenden poder tratar esta enfermedad en un futuro no muy lejano) y sólo un pequeño porcentaje de las demencias son reversibles (si son detectadas a tiempo), entre ellas, aquellas que están provocadas por una falta de nutrientes (principalmente de la tiamina, también conocida como vitamina B1) o las que se producen como efecto secundario de medicamentos o de enfermedades como el cáncer o problemas endocrinos. Por ello, en cualquier caso, la detección precoz de esta patología es imprescindible para poder frenar el avance de la enfermedad y mejorar la calidad de vida de los que la padecen.
Inicio de la enfermedad: Etapas tempranas.
En muchas ocasiones, los síntomas se manifiestan pero las personas que los padecen los ocultan o las señales no son identificadas ni por los afectados ni por las personas allegadas.
Para poder detectar el inicio de la enfermedad, es necesario prestar atención a los siguientes inicios:
- Cambios en la memoria: Si bien no es un síntoma exclusivo de la demencia (también lo es, por ejemplo, de la depresión o del estrés), es uno de lo más comunes y fáciles de percibir.
- Dificultad para moverse o caminar.
- Desorientación de tiempo y lugar. Este es otro de los síntomas más llamativos, no es raro que los afectados preguntes a menudo qué día es de forma repetida, deambulen o vayan a algún lugar pensando que están en otro o que se les olvide como han llegado allí, piensen que es un momento del día distinto al que realmente es…
- Cambios de comportamiento: Comienzan a hacer cosas que no hacían y su conducta puede ser extraña o disruptiva (por ejemplo desnudarse en público). También puede detectarse falta de buen juicio.
- Colocar objetos fuera de su lugar habitual (un libro en la nevera).
- No comprender o no saber interpretar imágenes o escenas que tienen lugar en su entorno.
- Dificultad para acabar tareas cotidianas que antes terminaba y problemas para resolver problemas que anteriormente si resolvía.
- Dificultades para comunicarse y problemas al hablar: Se puede comprobar como los enfermos suelen confundir palabras o describir aquello a lo que se quieren referir ( «sal» por «lo que se le echa a la comida para que sepa mejor»).
- Cambios de humor y del estado de ánimo: Pueden volverse más miedosos, más depresivos, más agresivos…
- Incapacidad para prestar y mantener la atención.
- Apatía. Perdida de energía y de la iniciativa para realizar actividades de todo tipo, incluso aquellas con las que antes si disfrutaba.
- Otros síntomas menos comunes son las alucinaciones y los delirios o ideas extrañas.
En caso de detectar alguno o varios de estos síntomas es recomendable acudir a un profesional (o bien al médico de cabecera para que derive a recursos de diagnóstico específicos o bien al neurólogo, psiquiatra o psicólogo).
“Cuando recordar no pueda, ¿dónde mi recuerdo irá?.
Una cosa es el recuerdo y otra cosa recordar.”
(Antonio Machado, Poeta español. 1875-1939)
Rosa I. Hidalgo-Barquero Torres
Referencias:
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